lunes, 14 de febrero de 2011

¿Qué haremos para heredar la vida eterna? (Mc 10, 17)


MENSAJE DEL
VIII ENCUENTRO DE JOVENES CON EL ARZOBISPO

Queridos Jóvenes:
Este año nuestro encuentro arquidiocesano coincide con una fecha muy significativa para la juventud de toda Venezuela. Efectivamente, hoy se celebra el Día de la Juventud venezolana, de la Batalla de La Victoria, que fue ganada en 1814 por José Félix Ribas con un improvisado ejército integrado por jóvenes del Seminario y de la Universidad de Caracas.
Hoy estamos llamados a emprender nuevas batallas –y que siempre sea así- no con espadas ni ametralladoras sino con otra arma mucho más poderosa: ¡la cruz de Jesucristo Nuestro Señor! Por eso hemos querido que fuera ella la que presidiera la apertura de este encuentro. Dos amores han regido este mundo, dice S. Agustín: el amor de sí mismo hasta la destrucción del otro y el amor del otro hasta la negación de sí mismo. La cruz representa para nosotros el segundo tipo de amor. Cristo lo llama el amor mayor: aquel que llega al colmo de entregar la vida por los que amamos (Cf Jn 15,13). Ese es el amor que Jesús quiere que nosotros también vivamos y comuniquemos a la Venezuela de hoy.
Este encuentro nos pone en camino hacia dos grandes acontecimientos juveniles: la XXVI Jornada Mundial de la Juventud que se realizará en Madrid el próximo mes de agosto con el lema «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2,7) y la realización del 4o Congreso Americano Misionero, el CAM 4, que tendrá lugar aquí mismo, en Maracaibo a finales de enero de 2013 y que tendrá por tema: “Discípulos misioneros de Jesucristo desde una América multicultural y pluriétnica”. Todos estos eventos nos quieren introducir en un camino de novedad y de dinamismo profundo que nos conduzcan a un encuentro luminoso y decisivo con Jesús.
El tema escogido para el encuentro de hoy “¿Qué haremos para heredar la vida eterna?, está inspirado en un pasaje del evangelio de San Marcos (10,17-22). Jesús iba de camino hacia Jerusalén en compañía de sus discípulos, cuando un joven llega corriendo y se le acerca como acuciado por una urgencia inaplazable, se arrodilla ante él y le suelta de una vez su pregunta: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”.
No viene oprimido por una enfermedad sino por una inquietud interior. No parece preocuparle la vida terrena, tiene resuelta su subsistencia. Pregunta por una vida definitiva. ¿Cómo evitar que la muerte sea el fin de todo, qué hacer para conseguirlo? Jesús lo remite a los mandamientos de la Ley de Dios y cuándo él le contesta que los ha cumplido desde su juventud, el Señor fija su mirada llena de cariño, acentuando la comunicación personal y la simpatía por alguien que anda buscando a Dios.
La respuesta que le da entonces es muy diferente de lo que ha dicho a otros a la hora de invitarlos a su seguimiento. Ni a los primeros discípulos ni a Mateo les puso condiciones. A este joven no le dice “si quieres” sino que le suelta cuatro imperativos: Ve, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme.
El joven había planteado su inquietud por la vida eterna en términos de posesión: ¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna? Y lo que dice de los mandamientos es que los ha guardado. En su respuesta Jesús le sigue la corriente pero en otra dirección muy distinta. No le habla de heredar, de posesión sino de desapropiación, de desprendimiento, de entrega: “Ve, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Después vente conmigo” (v 21). Eso es lo que le falta.
La inquietud del joven estaba centrada en la vida eterna, Jesús voltea su mirada hacia la vida terrena en la que es posible vender sus bienes y dárselo a los pobres. El está preocupado por el . Jesús le señala el . El camino para conseguir la otra vida, el tesoro del cielo, pasa por una manera muy concreta de utilizar los bienes de esta tierra a favor de los pobres y luego seguir a Jesús. Para acceder al tesoro del cielo tiene que aprender a gestionar al modo de Dios, el tesoro de la tierra. Tiene que hacerse generoso y desprendido como su Padre Dios. No se trata de guardar sino de dar; de reservarse sino de entregarse.
Todos ustedes están sin duda deseosos de una vida buena, de una vida que vaya más allá de las limitaciones del tiempo, de la fragilidad humana y la caducidad de las relaciones humanas. Una vida plena, honda, desbordante. ¿No se han fijado cómo todos los productos que nos ofrece la publicidad llevan explícita o implícitamente el gancho de la oferta de la vida?
Los que siguieron a Jesús hicieron la experiencia de estar junto a alguien que tenía vida plena a pesar de haberlo dejado todo. Su único tesoro era la confianza total en su Padre Dios y la gran propuesta que les tenía a sus discípulos era enseñarles a vivir desde la libertad y la alegría que da el desprendimiento de las ansias de poseer y acumular. El secreto de la felicidad para Jesús no está en poseer, retener, guardar, acumular sin en desprenderse, deshacerse, despojarse. La verdadera vida no está en tener más y más sino en ser más y más. No está en el poseer y guardar sino en el dar y darse por entero con Cristo y como Cristo a los demás.
Una cosa te falta. ¡El joven rico pensaba tenerlo todo! Ve, vende cuando tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Después vente conmigo. Estas palabras de Jesús nos llevan a descubrir las raíces profundas de la identidad cristiana y a desenmascarar todo el poder alienante que encierra el afán de las riquezas y la necesidad insaciable de tener siempre más y más.
Mis queridos jóvenes, el ser humano en verdad ha sido creado para lo grande, lo hermoso, lo infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente. Aspiren pues a algo más de lo que ofrece la publicidad o los poderes terrenales. Dejen que Cristo Jesús fije su mirada de amistad y de amor en cada uno de ustedes y sueñen en algo mejor y más noble que no tenga fin. Los santos y santas fueron personas iguales que nosotros en todo. Lo que los diferencia de otros hombres y mujeres como ellos es que desde jóvenes le dieron a su vida una dirección decidida y optaron sin vacilación por Jesús y por su Reino. Dios los escogió y los llamó por su nombre, y ellos tuvieron la valentía de responderle con la autenticidad de sus vidas, haciendo de su ejemplo el primero y mejor instrumento de evangelización. Los santos de ayer y de hoy saben que somos seres incompletos y vacíos si Dios no ocupa el centro de nuestras vidas y no está en la base de su existencia.
Allí tienen los ejemplos de las beatas María de San José y Candelaria de San José. Allí tienen también el ejemplo de ese médico cristiano, profesor universitario, José Gregorio Hernández, que esperamos muy pronto suba a los altares. Y otros ejemplos más de santidad vendrán que surgirán, estoy seguro, de entre los que están aquí sentados escuchándome.
¿Están también ustedes dispuestos a aceptar el reto de la santidad? El papa los invita a intensificar su camino de fe en Dios. A tomar muy en serio su rol transformador en la sociedad y en la Iglesia. En esta época impregnada de un fuerte relativismo moral, cuando muchos carecen de referencias estables y flotan en la inseguridad, sin anclajes espirituales, ustedes están llamados a echar raíces profundas, a colocar fundamentos sólidos y a salir de sí mismos para tender la mano a los alejados, los extraviados, los marginados, los olvidados y dados por perdidos. Esta fue la experiencia que vivieron muchos jóvenes voluntarios durante las inundaciones que afectaron a millares de personas en la Goajira.
Algunos medios de comunicación nos inculcan el mensaje de que a más cosas poseídas mayor felicidad. En este evangelio por el contrario, encontramos la propuesta opuesta: aquel joven que se alejó de Jesús se quedó con todo lo que tenía y no se atrevió a abandonar pero se marchó entristecido. Quizá nunca le abandonó la nostalgia en medio de su prosperidad y éxito económico por no haber tenido el coraje de haber creído en la promesa de vida que le ofreció aquel galileo itinerante que un día se cruzó por su camino.
Hoy ponemos en las manos del Señor a tantos jóvenes prisioneros de sus riquezas, de sus posesiones, de sus apegos; de tantos jóvenes que giran como mariposas encandiladas en torno a la drogadicción, al alcohol, al sexo desenfrenado y a tantos placeres terrenales, en la esperanza de que en algún encrucijada de sus vidas se topen con Jesús, se decidan a romper sus ataduras y a caminar a su lado en libertad, desapego y despojamiento.
En cuanto a ustedes, mis amados jóvenes, sé que no están aquí por casualidad, Sea que decidieron venir por su propia cuenta, se que hayan venido traídos por sus novios, novias o sus amigos, igual da: el Señor los estaba esperando en esta encrucijada de sus vidas. En este momento está colocando su hermosa y profunda mirada en tus ojos y está tocando a la puerta de tu corazón. ¿Qué le van a decir? ¿Se van a escabullir? ¿Le van a dar una respuesta evasiva para zafarse de él? ¿Se van a ir tristes y cabizbajos porque no tienen la fuerza de renunciar a sus bienes? ¿O le van a decir como Pedro: “Señor, a quién iremos tú tienes palabras de vida eterna?” (Jn 6, 68).
Les propongo que decidan vivir una relación nueva con Jesús, el Hijo de Dios vivo. Que construyan la casa de su existencia con los valores del Evangelio de Jesucristo. Hoy millones de jóvenes en el mundo están siendo protagonistas de cambios profundos en la sociedad y en los Estados. A través de ellos se están abriendo puertas de esperanza y de libertad. Ustedes, como jóvenes católicos, tienen también un mensaje, un ideal, una propuesta de vida que trasmitir a las generaciones zulianas del presente. No es para mañana, es para hoy.
Asuman con entusiasmo la preparación de los próximos eventos de la vida de la Iglesia, particularmente el CAM 4. La Iglesia de Maracaibo les convoca a todos ustedes para que sean la avanzada juvenil de un nuevo amanecer misionero para todo nuestro continente. Jóvenes discípulos de Jesús no tengan miedo de ser sus mensajeros privilegiados para un mundo que necesita de Dios. Nuestra arquidiócesis va a ser anfitriona de millares de jóvenes y de misioneros de todos los horizontes de América. Es un gran desafío sin duda que pedirá grandes esfuerzos de todos pero que nos ofrecerá la oportunidad de vivir el espíritu de la misión, del envío de Jesús, como discípulos y misioneros de la Buena Noticia para que otros tengan vida, vida buena, vida en abundancia. Será el momento para testimoniar juntos que sin Cristo, muerto y resucitado, no hay salvación; que sólo Él puede liberar al mundo del mal y hacer crecer el Reino de la justicia, la paz y el amor, al que todos aspiramos” (Cf Benedicto XVI).
Necesitamos muchos jóvenes que crean en Jesús y caminen de su mano, muchos jóvenes que sepan interactuar con otros jóvenes, con adultos, con personas mayores, que sepan construir la Iglesia casa, escuela y taller de comunión y de solidaridad que pregonamos en nuestro proyecto arquidiocesano de renovación pastoral. Como Iglesia somos llamados a ir y evangelizar en nombre de Jesús, como sus amigos más convencidos de que su camino es el más válido para consolidarnos en el amor, la justicia y la paz.
¡Jóvenes zulianos, levanten la mirada hacia el cielo, levanten sus corazones porque Dios está aquí con nosotros, alcemos nuestras manos para bendecir al Dios de la vida, al Dios joven! María Santísima, Nuestra Señora de Chiquinquirá está a nuestro lado. Nos acompaña su oración y el amor que profesa a los jóvenes. Ella, la primera llena de vida eterna, proclamada bienaventurada por todas las generaciones, la llena de gracia que nunca se agota en el don, la entrega y la alegría de ser sierva de la Palabra y servidora de la Iglesia. Sigamos sus pasos seguros que nuestras vidas irán a desembocar como la de ella en ese mar inmenso de amor y felicidad que se llama Cristo Jesús presente entre los pequeños y los pobres de este mundo.
Maracaibo, 12 de febrero de 2011.

+Ubaldo R. Santana Sequera
Arzobispo de Maracaibo

+Cástor Oswaldo Azuaje
Obispo Auxiliar

1 comentario:

  1. Esta forma de usar el internet es la verdaderamente valiosa. Saludos desde Tehuacán, Pue.México. Dios le bendiga.

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