domingo, 17 de abril de 2011

Beato Juan Pablo Magno

Por Andrés Bravo
Capellán de la UNICA


La humanidad postmoderna está signada por la persona y mensaje del Papa Grande Juan Pablo II. No sólo la Iglesia ha celebrado su grandeza, sino también la humanidad entera reconoce que el paso de Juan Pablo II peregrinando por nuestra historia, ha significado una renovada presencia del Evangelio, sembrado en lo íntimo de cada raza y pueblo. Los hombres, al sentir su presencia cercana y su mensaje claro y entendible en el idioma de cada grupo humano, han gozado a la vez de la presencia del mismo Jesús que los llama insistentemente a una convivencia pacífica, en libertad y responsabilidad.

Nuestros ojos vieron y nuestros oídos oyeron lo que muchos de nuestros antepasados desearon. Pues, aun celebramos su presencia en Venezuela y, particularmente en Maracaibo, estremeciéndonos al verle invocar con nuestra misma fe a la Sagrada Dama del Saladillo: “Nuestra acción de gracias al Altísimo se renueva por la presencia entrañable entre vosotros de la Madre de Cristo, la Virgen Santa de Chiquinquirá, Patrona del Zulia, a quien los habitantes de esta zona llamáis con gran cariño la Chinita. Ella, con los rasgos autóctonos de su imagen venerada, preside nuestro encuentro. Ella nos instruye en las sendas del Señor”, así comenzó su homilía en el campus universitario LUZ de nuestra ciudad.

Su Magisterio es tan magno como su persona y su pontificado. Numerosos documentos en diversos estilos y formas distintas, habla a hombres y mujeres de todas condiciones y de toda raza. Habla al corazón de cada uno con la Palabra de Dios. Todos sus escritos están inspirados y fundamentados en la revelación divina. No hace otra cosa que anunciar el Evangelio obedeciendo con gozo y seguridad de fe a Aquel que lo llamó a remar mar adentro como al mismísimo San Pedro. Por ejemplo, la Christifideles laici es una excelente hermenéutica de la parábola del dueño de la viña que llama a obreros para trabajar en su campo. De esta manera desarrolla una catequesis sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, haciendo que el llamado de Jesús siga resonando hoy e inquietando los espíritus. De la misma manera habla sobre la formación de los sacerdotes en la Pastores dabo bobis, tomando como fundamento la Palabra de Dios comenzando por los profetas: “Les daré Pastores según mi corazón” (Citando a Jeremía 3,15). La Evangelium vitae está entretejida por el plan de salvación de Dios para enseñarnos el valor de la vida humana. Cada título y cada subtítulo es una escena de la historia de la salvación. El capítulo primero interpreta el relato del Génesis donde se manifiesta la turbulenta relación entre los hermanos Caín y Abel, para concluir que, “como en el primer fratricidio, en cada homicidio se viola el parentesco espiritual que agrupa a los hombres en una única gran familia donde todos participan del mismo bien fundamental: la dignidad personal” (EV 8). Lo que sigue en este himno sobre la vida humana es el anuncio evangélico de la persona de Jesús, el Evangelio de la vida.

Además, Juan Pablo II nos dejó, como uno de sus mayores legados, el “Espíritu de Asís”. Es un impulso del Espíritu Santo al encuentro y al diálogo amistoso y cordial que inauguró nuestro Beato el 27 de octubre de 1986 en el Encuentro Interreligioso celebrado en la ciudad de Asís. En esa pequeña ciudad, la cuna de San Francisco y de Santa Clara, respondieron a su invitación 150 líderes representantes de las 12 principales religiones históricas del mundo. Allí oraron y ayunaron juntos, inundados por el Espíritu Santo, para clamar y lograr la armonía y la paz del mundo. Es uno de los más significativos eventos del siglo XX a favor de la comunión universal, respuesta al designio amoroso de Dios.
Ciertamente, su peregrinar por nuestra historia renovó la fe y la esperanza, fortaleció la caridad y la Iglesia juvenecida se presenta con una nueva evangelización todavía en marcha.

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