lunes, 9 de febrero de 2015

Un Encuentro Liberador

Andrés Bravo
Profesor de la UNICA
Reflexión Semanal 12
Sexto domingo ordinario
            El Hijo de Dios se encarna para encontrarse con la humanidad necesitada de la liberación del pecado y sus consecuencias. Así lo contemplamos en el Evangelio y así lo anuncia la Iglesia: “Jesús de Nazaret nació y vivió pobre en medio de su pueblo Israel, se compadeció de las multitudes e hizo el bien a todos. Ese pueblo agobiado por el pecado y el dolor, esperaba la liberación que Él les promete (Mt 1,21). En medio de él, Jesús anuncia: Se ha cumplido el tiempo; el Reino de Dios está cercano; conviértanse y crean en el Evangelio (Mt 1,15). Jesús, ungido por el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio a los pobres, para proclamar la libertad a los cautivos, la recuperación de la vista a los ciegos y la liberación a los oprimidos nos ha entregado en las Bienaventuranzas y el Sermón de la Montaña la gran proclamación de la nueva ley del Reino de Dios” (Puebla 190).
            El evangelista Marcos nos cuenta que Jesús, al comenzar su predicación y la elección de sus primeros discípulos, se puso en acción con el encuentro con los seres humanos más necesitados, los enfermos y pecadores. Según el gran especialista en las Sagradas Escrituras Luis Alonso Schökel, Marcos escribe sobre Jesús a una comunidad pagana, pobre y perseguida. Dice que la primera parte de su evangelio sucede velozmente: bautismo, desierto, discípulos, primeros milagros y controversias. Es como un combate entre el bien y el mal, él y el pecado. Pero, a mi juicio, el encuentro con el leproso (Mc 1,40-45) es de una significación extraordinaria. Es el encuentro del humano, desprovisto de toda fuerza de poder y riqueza, totalmente enfermo y marginado.
            Para comprender la profundidad de este encuentro debemos saber que en el pueblo de Jesús había una ley que declaraba impuro al enfermo de lepra (cf. Lev 13,1-2.44-46). Es decir, todo leproso era declarado pecador y expulsado de la comunidad. Hasta muy reciente nosotros aislábamos a los leprosos por miedo al contagio, hasta que se descubrió que tal enfermedad no amenazaba a nadie. Pero en el pueblo de Jesús creían que el contacto con el leproso les hacia automáticamente impuros. Es difícil para nosotros comprender tal creencia. Sin embargo, la actitud de Jesús es diferente. Realmente, para él el ser humano tiene una dignidad que está por encima de cualquier ley, tradición o creencia. Se acerca al leproso porque lo necesita, a riesgo de ser considerado impuro.
Pero un encuentro con Jesús no queda en simple momento afectivo pasajero, es liberador. Antes y después de este acontecimiento narrado por Marcos ocurren otros con igual efectividad: la liberación del endemoniado de Cafarnaúm donde sorprendió con su autoridad (Mc 1,21-28). La curación de la suegra de Simón que él convierte en servidora (Mc 1,29-39). Y, después de liberar al leproso de su enfermedad y del desprecio de los demás, cura al paralítico liberándolo del pecado (Mc 2, 1-12) y, mirando con misericordia a Leví, lo libera de un oficio corrupto y lo llama a ser su apóstol (Mc 2,13-17). Estos acontecimientos son señales de que Dios está presente y reina entre nosotros, es la confirmación de su primer anuncio: “Se ha cumplido el plazo y está cerca el reinado de Dios, arrepiéntanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15).
Ciertamente, el pecado nos convierte en personas imposibilitadas para actuar el bien y amar a los demás. Como con una lepra espiritual que nos hace insensibles ante el necesitado. Jesús nos enseña a tener compasión, es decir, a compartir solidariamente la pasión y el sufrimiento de los demás: Jesús se compadeció del leproso, extendió la mano, lo tocó y lo curó (cf. Mc 1,40-41). La lepra espiritual, fruto del odio, la envidia, del egoísmo, de ambiciones, rompe la relación con Dios y nos conduce al desprecio del otro. Para librarnos del pecado, arrepentirnos y creer en el Evangelio, acerquémonos al Señor y su encuentro nos liberará para convertirnos en servidores de su reino.
Maracaibo, 15 de febrero de 2015

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