martes, 11 de septiembre de 2012

El Cardenal Carlos María Martini


Andrés Bravo
Capellán de la UNICA

Ante el acontecimiento reciente de la partida hacia la casa eterna para vivir en comunión con la Comunidad Divina de Amor, el hogar de Dios, Trinidad santa, del Cardenal Carlos María Martini (1927-2012), Arzobispo emérito de Milán (Italia), le ofrezco mi pequeño homenaje por su servicio a la Iglesia y, desde Ella, a la humanidad actual. Con su vida sacerdotal y su pensamiento cristiano construido desde la sabiduría de la Palabra de Dios que estudió con profundidad hasta convertirse en uno de los más importantes exegetas de este tiempo.
Se puede afirmar que su existencia integral se ha configurado con la Sagrada Escritura. La enseñó como catedrático y maestro de la espiritualidad y la pastoral, la celebró como sacerdote, la vivió como seguidor de Jesús y la anunció como un evangelizador auténtico. Los que han tenido la felicidad de escucharlo y también los que hemos gozado leyendo sus enseñanzas, podemos ahora sabernos guiar por lo que él denomina los puntos esenciales de la pastoral: el primado de la Palabra, la centralidad de la Eucaristía y la urgencia de la caridad.
Ciertamente, precisa nuestro Cardenal, “la interioridad de la fe se nutre a través de la escucha de la Palabra”, en la Eucaristía “se revela el misterio cristiano interior y se manifiesta continuamente” y por “la caridad la gente despierta, ve el sufrimiento de otras personas y aprende a abrir el corazón, a comprender que la vida vale, sobre todo, por los valores que exigen entrega”. Esta es una de sus más hermosas enseñanzas, con la sencillez del sabio maestro.
Ya ha salido muchos escritos sobre su vida y su obra. La mayoría se han enfocado en los puntos más polémicos, porque, sin duda, su pensamiento está repleto de interrogantes que la sociedad actual hace a la Iglesia. Se han recordado dos obras de gran importancia. Una es un diálogo entre nuestro Cardenal y el famoso intelectual Umberto Eco, titulado con una de las más inquietantes preguntas: “¿En qué creen los que no creen? Un diálogo sobre la ética en el fin del milenio”. En este libro expresa nuestro Cardenal una de sus más grandes inquietudes, afirmando que el pecado mayor de la humanidad de hoy es el haber perdido la esperanza.
La segunda, es más reciente: “Coloquios nocturnos en Jerusalén. Sobre el riesgo de la fe”. Es una entrevista realizada por su hermano jesuita austriaco Georg Sporsvhill y publicada en el año 2008. Para mí, una de sus más bellas obras donde nuestro Cardenal se expresa con la misma espontaneidad y sinceridad de siempre, pero, con un sentimiento mayor dado su cercanía de su despedida de nuestra tierra. Muchas respuestas son más bien interrogantes que la humanidad sigue haciéndose a sí misma y a Dios, sobre el mal y el sufrimiento y, especialmente, la cuestión de la posición de un cristiano en la sociedad actual. Pues, nuestro Cardenal piensa que debemos ayudar al mundo a encontrar una dirección, “no somos sólo una gota que se funde en la corriente de la sociedad, por el contrario, debemos decidir hacia dónde ha de encaminarse la sociedad”. Por eso concluye, que no es fácil ser cristiano en la sociedad.
No tuve la dicha de conocerlo personalmente, pero sus enseñanzas espirituales y pastorales me alcanzaron con sus escritos. Poseo sólo algunos en español que me siguen ayudando como sacerdote. “Las Bienaventuranzas” (1997) es un opúsculo donde se recoge unas bellas meditaciones radiadas sobre el exordio del Sermón de la Montaña según Mateo. “Para vivir la Palabra” (2000), reflexiones tomadas de las visitas pastorales. “Un tesoro en vasijas de barro” (2011), selección de reflexiones para sus sacerdotes. “Tres etapas en la vida espiritual” (2001), según él mismo, “este libro es una respuesta a la pregunta: ¿Qué significa llevar una vida acorde con el Espíritu de Jesucristo?”. Un extraordinario “Diccionario Espiritual” (1997), breve y profundo.
Otros: “El Presbítero como comunicador” (1996), fruto de un cursillo de Ejercicios Espirituales. Siempre recuerdo lo subrayado por mí: “El predicador no es quien imparte elementos doctrinales o psicológicos, sino aquel que transmite y hace vivir, mediante la palabra, el sacramento, la liturgia y la oración, la alegría de la confianza en el misterio de Cristo crucificado y resucitado”. “Vivir con la Biblia” (1999) que, como lo sugiere el subtítulo, se trata de “meditar con los protagonistas de la Biblia guiados por un experto”. “Los Sacramentos, encuentros con Cristo e instrumento de comunicación” (1996), meditaciones cuaresmales radiadas. “Oración y Conversión Intelectual” (1994), el subtítulo lo indica: “Catorce meditaciones para sacerdotes”.
Más: “Las Virtudes del cristiano que vigila” (2003), fruto de los Ejercicios Espirituales para la cuaresma. “Los Relatos de la Pasión” (1994), excelente estudio. “Esteban, servidor y testigo” (1988), meditaciones para diáconos. “El Camino de Timoteo” (1995), meditaciones de Ejercicios Espirituales. “Effatá Ábrete” (1993) y “La orla del manto” (1993), dos valiosas cartas pastorales para la Iglesia de Milán. “El pan para un pueblo” (1994), meditaciones de la Escuela de la Palabra. Esta escuela es una de sus más grandes iniciativas pastorales. “Por una Santidad del Pueblo” (1994), diversas homilías y meditaciones.
La Biblia como Palabra de Dios es el texto fundamental de su vida y su pensamiento. Adoptó la lectio divina como su método más querido. Así, el Cardenal Martini, hijo de San Ignacio de Loyola, será recordado en la historia de la Iglesia como digno sucesor de San Ambrosio, San Carlos Borromeo y el Siervo de Dios Juan Bautista Montini. Será siempre escuchado porque su tarea evangelizadora permanecerá… para la mayor gloria de Dios.

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