Con motivo de la V semana de la Doctrina Social de la Iglesia, se me asignó la tarea de reflexionar sobre la "Participación de los laicos en la Comunidad Política", en el Instituto Diocesano de Pastoral Monseñor Marco Tulio Ramírez en Cabimas.
En las sociedades democráticas actuales, igualmente se abren muchas puertas para que los ciudadanos participen en la gestión pública en nuevas y diferentes formas. Todos los cristianos tenemos el deber de contribuir a la consecución del bien común. Como paradigma de lo que ello significa, resalta la figura de Tomás Moro, patrón de los gobernantes y políticos cristianos, quien entre los siglos XV y XVI supo subordinar la política a la moral y la ética, sin importarle su propia vida.
Hoy, la enseñanza social católica descansa en un conjunto de principios y valores, que deben ser la referencia básica para la acción de los laicos católicos en la vida política y social. Dentro de esos principios el de participación está en íntima relación con el de subsidiaridad. Allí está el fundamento del pluralismo social, base para la participación.
La participación es un deber que los cristianos debemos ejercer de manera responsable. Esta es una de las mayores aspiraciones de los ciudadanos y uno de los pilares de la democracia. De allí la preocupación por aquellos países con regímenes totalitarios o dictatoriales, donde desaparece la participación libre y democrática y también el principio de la subsidiaridad. El deber de la participación es inherente a la dignidad de la persona humana.
La participación es una responsabilidad personal y social. En consecuencia, los laicos cristianos comprometidos, tenemos el derecho y el deber de ocuparnos del desarrollo de las instituciones que mejoren las condiciones de la vida humana. La participación comienza con la educación y la cultura y debe llegar hasta el trabajo constante para erradicar la pobreza.
Los laicos en la Venezuela de hoy no pueden olvidar que "la legítima pluralidad de opciones temporales" no puede obviar el compromiso de los católicos en la política con los valores de la doctrina social y moral cristiana. No existe pluralismo ético. Por ello, con valentía, debemos rechazar lo que sea "absolutamente inaceptable" en el orden político, económico y social. Sólo así podremos transmitir a las futuras generaciones razones para "vivir y para esperar".
Tomado de: http://www.laverdad.com/En las sociedades democráticas actuales, igualmente se abren muchas puertas para que los ciudadanos participen en la gestión pública en nuevas y diferentes formas. Todos los cristianos tenemos el deber de contribuir a la consecución del bien común. Como paradigma de lo que ello significa, resalta la figura de Tomás Moro, patrón de los gobernantes y políticos cristianos, quien entre los siglos XV y XVI supo subordinar la política a la moral y la ética, sin importarle su propia vida.
Hoy, la enseñanza social católica descansa en un conjunto de principios y valores, que deben ser la referencia básica para la acción de los laicos católicos en la vida política y social. Dentro de esos principios el de participación está en íntima relación con el de subsidiaridad. Allí está el fundamento del pluralismo social, base para la participación.
La participación es un deber que los cristianos debemos ejercer de manera responsable. Esta es una de las mayores aspiraciones de los ciudadanos y uno de los pilares de la democracia. De allí la preocupación por aquellos países con regímenes totalitarios o dictatoriales, donde desaparece la participación libre y democrática y también el principio de la subsidiaridad. El deber de la participación es inherente a la dignidad de la persona humana.
La participación es una responsabilidad personal y social. En consecuencia, los laicos cristianos comprometidos, tenemos el derecho y el deber de ocuparnos del desarrollo de las instituciones que mejoren las condiciones de la vida humana. La participación comienza con la educación y la cultura y debe llegar hasta el trabajo constante para erradicar la pobreza.
Los laicos en la Venezuela de hoy no pueden olvidar que "la legítima pluralidad de opciones temporales" no puede obviar el compromiso de los católicos en la política con los valores de la doctrina social y moral cristiana. No existe pluralismo ético. Por ello, con valentía, debemos rechazar lo que sea "absolutamente inaceptable" en el orden político, económico y social. Sólo así podremos transmitir a las futuras generaciones razones para "vivir y para esperar".
el día 25-3-2011
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