lunes, 29 de noviembre de 2010

La caridad del universitario debe ser primariamente social como mirada al bien común

 Discurso de agradecimiento del Dr. Guillermo Yepes Boscán al recibir de la UNICA la dignidad de Profesor Honorario

Ciudadano Doctor
ÁNGEL LOMBARDI
Rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta.

Ciudadana Magíster
MARÍA MERCEDES RODRÍGUEZ
Vice-Rectora Académica.
Ciudadano Doctor
CARMELO CHAPERO
Vice- Rector Administrativo.
Ciudadano Magíster
JESÚS ALBERTO FUENMAYOR
Secretario de la Universidad.
Estimados graduandos.
Señoras y Señores.


“(…) la caridad del universitario debe ser primariamente social como mirada al bien común. Hay obras individuales que cualquiera puede hacer por él, pero nadie puede reemplazarlo en su misión de transformación social”. San Alberto Hurtado, S.J.

No estaba en mi ánimo hacer esta intervención ante un auditorio tan selecto de graduandos, en diversas disciplinas como el que en este momento me escucha. Sin embargo, el sentido cristiano de la amistad social y cívica, el hondo afecto a los muchos amigos y amigas que aquí he forjado, y mi profunda gratitud por la institución que hoy me honra en demasía otorgándome el reconocimiento de “Profesor Honorario” de esta Casa de Estudios, me obligaron a modificar el ánimo, a fín de expresarles unas sentidas y breves palabras de gratitud.
Debo dar las gracias al Consejo Universitario, máxima y comunitaria instancia de conducción de la institución, por haber aprobado la distinción que se me otorga. Así mismo, es mi deber agradecer al Excelentísimo Arzobispo de Maracaibo y Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, Monseñor Ubaldo Ramón Santana Sequera, Canciller de esta Universidad, y al magnífico Rector de la misma, doctor Ángel Lombardi, por el alto honor que me han conferido.
En esta expresión de mi gratitud no puede faltar la Decana del Decanato de Extensión y Cooperación, doctora Carmen Hernández, con quién he realizado y compartido proyectos y sueños de alta calidad académica, el Presbítero José Andrés Bravo Henríquez, capellán de esta universidad y ductor de mi vida espiritual, y al Doctor Enrique Arenas, mi antiguo alumno y amigo, quiénes sumaron, énfasis y afecto intelectual, junto a la benevolencia de las autoridades universitarias, a la consideración que hoy se me concede.
Mi colaboración consecuente con las actividades académicas, la debo no sólo al apoyo permanente y a la inventiva de la Doctora Decana Carmen Hernández, quién, además de creadora imaginativa de las metas que nos proponíamos, es piedra angular en la organización de los distintos eventos (Diplomados, Cursos, Ciclo de Conferencias, entre otros) que conjuntamente ideábamos. En lo que a mí corresponde, las actividades universitarias las he desplegado en dos campos que son sustanciales a la condición de católica de esta Casa de Estudios: la promoción y enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia, y la comprensión y estudio de los Derechos Humanos, disciplina jurídica que, según algunos expertos, está constituyendo en el presente el contenido de un nuevo Derecho Internacional.
La ayuda del Presbítero -o como familiarmente le llamo por la confianza que me ha brindado- Padre Andrés Bravo, ha girado también en torno a la Doctrina Social de la Iglesia, en su calidad de Asesor Permanente del Foro Eclesial de Laicos, institución bajo cuya dirección se auspician las Semanas de la Doctrina Social de la Iglesia y de las cuales el próximo año estaremos celebrando ya, Dios mediante, la Quinta Semana, en conmemoración de los veinte años de la publicación de la Carta Encíclica Centesimus Annus, conspícua y eminente obra temporal del Venerable Juan Pablo II.
Cumplido el deseo, la obligación y la misión que tenía de expresar mi agradecimiento a autoridades y personas vinculadas a la Universidad Católica Cecilio Acosta que hoy me acoge como Profesor Honorario, quisiera ahora dedicar unos cortos párrafos a los graduandos, como un homenaje de mi parte al triunfo que significa la culminación de sus respectivas carreras profesionales.
Para ello, no sólo he tomado fragmentos de la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, sino, a la vez la figura de San Alberto Hurtado S.J, Patrono de esta Universidad, con el propósito de ejemplificar las tareas de un cristiano comprometido con su país y seguidor fiel de Cristo.
La Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae que fue promulgada, como ya lo dijimos, por el Venerable Juan Pablo II el 15 de agosto de 1990 –fiesta de la solemnidad de la Asunción de María Santísima y del duodécimo año del Pontificado de Juan Pablo II- vino a ratificar el testimonio que ya había dado Alberto Hurtado, siendo ex alumno de la Universidad Católica de Chile. El paso por esa institución, cuya identidad queda definida en la Constitución Apostólica como de servicio a la iglesia y a la sociedad, marcó el compromiso de Alberto Hurtado con un profundo amor personal a Cristo y, precisamente por ello, caracterizado por una gran dedicación a los niños pobres y abandonados, con un celo ardiente por la formación del laicado y por un vivo sentido de la justicia social lo cual es altamente estimado hoy por la juventud, que ha encontrado, en su vida y en su obra, un modelo a seguir para responder a los compromisos profesionales y de fe, que el mundo postmoderno le plantea como reto a través de la vivencia festiva de una espiritualidad liberada y liberadora.
De esta manera, las Universidades Católicas del mundo se colocaron al servicio de la comunidad humana haciendo un aporte cualificado y calificado al proceso de desarrollo integral del hombre contemporáneo y de la sociedad actual, animado por los valores de la libertad, la igualdad y la solidaridad. Graben en su corazón estas palabras de vida que nos legó Juan Pablo II:
“El espíritu cristiano de servicio a los demás en la promoción de la justicia social reviste particular importancia para cada Universidad Católica y debe ser compartido por los profesores y fomentado entre los estudiantes. La Iglesia se empeña firmemente en el crecimiento integral de todo hombre y de toda mujer. El Evangelio, interpretado a través de la doctrina social de la iglesia, llama urgentemente a promover <>. La Universidad Católica siente la responsabilidad de contribuir concretamente al progreso de la sociedad en la que opera (Ex Corde Ecclesiae. Constitución Apostólica de su Santidad Juan Pablo II sobre las Universidades Católicas. No. 34. Universidad Católica Cecilio Acosta. Colección Documentos del Magisterio. Pag. No. 25.)
Desde esta concepción, un aspecto relevante de la responsabilidad de la Universidad Católica Cecilio Acosta ante la sociedad lo constituye la colocación de sus recursos intelectuales al servicio de las personas e iniciativas extrauniversitarias de desarrollo y humanización a través de la extensión universitaria y los más variados tipos de asesoramientos y solidaridad efectiva. (De allí la importancia que, a nuestro juicio, tiene el Decanato de Extensión y Cooperación de este Centro de Enseñanza Superior).
Es en esta dimensión fundamental de la existencia de la Universidad Católica en la que se inserta el Voluntariado Social Universitario, y en la que resplandecen con toda la actualidad de su pensamiento, la vida y obra de San Alberto Hurtado, quién como he leído en su mínima biografía era un apasionado de la Doctrina Social de la Iglesia y estaba convencido de que esta labor de la Universidad Católica, como es ésta, era una coordenada cardinal en la formación profesional, moral y espiritual de los alumnos de la misma; quienes están obligados desde su posición privilegiada a volcarse sobre la sociedad en actitud no asistencialista, mas sí con un talante promotor del desarrollo y de la justicia social, de la dignidad humana y de la persona como centro de valor inalienable.
Ante la incertidumbre y el relativismo moral debemos favorecer la comprensión multidimensional de los fenómenos culturales y científicos que presenciamos y vivimos, reconciliándonos con su existencia y ocupándonos de formar personalidades sólidas, con una formación filosófica y moral capaz de proporcionar una estructura interna que actúe por convencimiento, aceptando las consecuencias de sus actos, trabajando en una educación en valores desde una asimilación externa hasta una apropiación personal. En cuanto a la oferta múltiple de sentido para la vida que se nos ofrece, valoremos la búsqueda de sentido recto y trascendencia, proporcionemos testimonios de vidas plenas en la realización y en la donación al otro como fuente de suma felicidad. Facilitar el diálogo para llegar a captar los criterios que puedan ser utilizados para evaluar las diferentes ofertas, teniendo prioridad aquellas que conduzcan a proporcionar, más vida y mejor calidad de vida de forma universal.
Para finalizar reitero a todos mi gratitud y ruego a Cristo, el Señor de la Historia, larga vida a esta Universidad como Areópago que transforme su autoridad y enseñanza en virtud que nos guíe a todos.

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