martes, 28 de diciembre de 2010

Para el año 2011…


Por Mons. Mario Moronta
Obispo de San Cristóbal

El inicio de un nuevo año siempre nos presenta interrogantes y retos. Muchas veces se nos presenta la tentación de pensar que “algo” nos traerá mejor suerte. Sin embargo, desde la perspectiva cristiana, estamos llamados a vivir el nuevo año con el sentido evangelizador: es decir, sabiendo que estamos caminando en la plenitud de los tiempos hacia el encuentro con el Señor. De allí que nuestros saludos de año nuevo sean los de reafirmación del compromiso que tenemos con todos: edificar el Reino de Dios y contagiarnos mutuamente del amor del Dios de la vida.
Vivimos en la plenitud de los tiempos, inaugurada por el Dios humanado que hemos celebrado en el misterio de su nacimiento. Gracias a la encarnación, como nos enseña Juan Evangelista, podemos vivir gracia sobre gracia. Y todo ello con una característica que nos distingue y que es fruto de la acción salvadora de Dios hecho hombre: somos hijos de Dios. A lo largo del nuevo año estamos llamados a manifestarnos como hijos de Dios. Ello conlleva el ser testigos de lo “que hemos visto y oído”: es decir de nuestra propia experiencia de Dios. Entonces, se requiere que a lo largo del nuevo año, reforcemos nuestra comunión con Dios, nuestro encuentro con Jesús, en su Palabra, en los sacramentos, en la caridad y en la comunión con los hermanos.
Un signo especial que nos garantiza esto nos lo presenta la Iglesia. Precisamente el 1 de enero de cada año la Iglesia celebra a María, la Madre de Dios. Esta celebración es un reconocimiento desde la fe de su maternidad divina. Por tanto, de su servicio sencillo pero decidido con el cual nos dio el regalo del DIOS-CON-NOSOTROS. María es modelo de todo creyente. Ella supo cumplir la voluntad de Dios y fruto también de ese cumplimiento, gracias al fruto bendito de su vientre, es el convertirnos en hijos de Dios.
Como María, cuales hijos de Dios, nos corresponde la tarea hermosa de hacer presente a Dios. Para ello, nuestro trabajo evangelizador, acompañado de nuestro testimonio entusiasta, nos ayudarán. Es, así, el nuevo año un momento de gracia en el cual nos manifestamos como lo que somos, y durante el cual proclamamos el evangelio de la salvación y de la vida.
Contamos con la gracia de Dios. No es otra cosa sino su continua bendición. Esta nos da fuerza y nos sostiene en nuestro caminar durante el año 2011, y siempre. Como nos lo recuerda el libro de los Números, es una bendición que conlleva la protección de Dios para que sobre cada uno de nosotros resplandezca su rostro y su favor. Esa bendición también incluye la paz: no la de los acuerdos o de las treguas, que es una paz frágil… sino la paz verdadera que nace del amor de Dios y se expresa en la solidaridad, el perdón, la reconciliación y la fraternidad.

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